viernes, 27 de junio de 2025

Epílogo I. Las últimas fotos. 1991.

 

En la primavera de 1991 toma sus últimas fotos el fotógrafo aficionado. Recluido en su casa, registra una serie que documenta los escenarios donde transcurre su vida diaria. Quizás al ordenar pulcramente sus habitaciones y sus objetos personales trata de limitar el desconcierto de los últimos años de su vida. Un grito silencioso que busca la paz interior a falta de comprender su soledad y el abandono de sus dos grandes pasiones: la fotografía y la Semana Santa de Sevilla.

 

 


Premonitorio autorretrato del fotógrafo aficionado





 

 

 














 

 

 










A modo de altar familiar, el fotógrafo aficionado ordena su vida disponiendo los objetos como una forma mágica de encontrar sentido a toda una vida y en la que un pequeño monaguillo permanece ocupando un discreto rincón




Pero la realidad desnuda es mucho más prosaica que las disposiciones mágicas de objetos. Quizás, en sus fotos, el fotógrafo aficionado es capaz de no traicionarse ni mentirse, porque nadie sabrá nunca qué fantasmas, qué fotos imaginadas o qué fracasos amenazantes formaron parte del final de una vida dedicada a ver la realidad a través del visor de una cámara para recrearla, a gusto, en la oscuridad de su precario laboratorio fotográfico, único lugar, quizás, donde realmente se sentía plenamente realizado y feliz.




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