A mi mujer, Angustias Chía Trigos, sin cuyo impulso, ánimo y ayuda continuos hubiera sido imposible culminar esta obra tantos años postergada. Además, le pidió a los Reyes Magos que me echaran una digitalizadora de negativos, lo que facilitó enormemente la tarea.
Al extraordinario fotógrafo y amigo Jaime Rodríguez, por su asesoramiento y apoyo en algunos temas profesionales y que tuvo a bien la publicación, en el número 18 de la revista Nazarenos, de una foto de mi padre.
Y a mi padre, al que lamentablemente no supe reconocer en vida el extraordinario trabajo que realizó y su compromiso con el arte y la cultura popular, a pesar de las dificultades con las que tuvo que luchar desde que nació.
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