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viernes, 30 de agosto de 2024

Bares y tabernas en el otoño de 1972.

 

El vino de Villanueva del Ariscal se vendía bien en la Plaza de San Marcos. También circulaban los botellines de Cruzcampo, los "chochitos" (altramuces) y el "jamón de mono" (cacahuetes con cáscara). Solo en el bar de La Alegría de San Marcos -esquina con calle Socorro- y en Baldogar -esquina con Castellar- se servían también tapas clásicas como la ensaladilla, el filetito de lomo, el chipirón plancha o las espinacas con garbanzos. Casa Tomás -en la calle Vergara- y El Disloque -esquina con Bustos Tavera- disponían de algo de chacina -no muy cara- y, sobre todo, chochitos y cacahuetes. 

En la década de los 70, el vino y la cerveza eran las bebidas habituales en estos barrios populares del centro de Sevilla. Por las mañanas, no obstante, también se veía a algunos parroquianos frente a la copita de coñac o de anís seco para empezar el día entonados. Esta situación incluía, cómo no, la cuota de personas dadas a la bebida, sobre todo hombres, ya que las mujeres no solían frecuentar las tabernas, tan solo los bares y, normalmente, acompañadas por sus maridos o parientes en las fiestas o fines de semana.

No fue sino hasta la década de los 80, cuando la introducción de la heroína, que la degradación de la convivencia, el tráfico de drogas y la delincuencia se adueñaron de barrios como San Marcos, San Julián, el Pumarejo o la Macarena. Si bien la mayoría de sus vecinos seguían tratando de hacer una vida lo más normal posible frente a la adversidad, la droga se llevó a muchos jóvenes por delante en estos barrios. (La obra "Canijo" de Fernando Mansilla relata con toda crudeza la dramática situación que se vivió en esa década. Muy recomendable)

 


 

Feligreses de la taberna Casa Tomás posando para el fotógrafo aficionado

 


 

 

Por aquellos años también estaban de moda los billares








Los más famosos eran los del Café Madrid en la calle Sierpes, aunque abundaban en muchos barrios, como estos de la calle San Luis.





Camarero del bar Baldogar y algunos de sus parroquianos

 












Y aquí el guarda nocturno de la Plaza de San Marcos posando con "la vaca", su perro, en una lluviosa y fría noche de finales de octubre. Al fondo la tienda de Tejidos San Luis, en la esquina de la plaza con la calle del mismo nombre.


miércoles, 27 de marzo de 2024

Vinos y tabernas en San Marcos. 1970.

 

En aquel verano de 1970, en el que solo había aire fresquito en el Corte Inglés de la plaza del Duque -que se había inaugurado tan solo dos años antes-, o en la fresquita Catedral en la que aún se podía deambular por ella sin pagar un duro, las plazas, las calles, los portales de las casas, los corrales, los bares y las tabernas se convertían cada noche en un lugar de encuentro para sobrellevar el calor que hacía dentro de las viviendas de estos barrios populares de Sevilla.

 


 








 

 

Lo que se acompañaba, si era posible, con un vaso de vino, como estos vecinos sentados al fresco de la plaza de Santa Isabel.







 

 

Las tabernas y los bares también eran lugares muy frecuentados en aquellas tórridas noches veraniegas.






 

En 1970 existían, solo en la Plaza de San Marcos y alrededores, un buen número de bares y tabernas populares que atendían a un nutrido grupo de "feligreses" todo el año, como el Bar la Alegría situado en la esquina de la plaza con la calle Socorro.




 

 

O la taberna El Disloque, situada en la embocadura de la calle Bustos Tavera.

 

 

 

 

 

 

 

 

 
Y el recordado Pepe regentaba la taberna Casa Tomás
situada en la vecina calle Vergara.


lunes, 6 de marzo de 2023

Tabernas de barrio.1968

 

En 1968 abundaban los bares y tabernas de barrio que acogían a fieles parroquianos durante todo el año y a nuevos clientes cuando llegaban fiestas como la Semana Santa. Nada que ver con los bares de diseño de ahora, ni con los gastrobares, ni con las franquicias que igualan unas ciudades con otras. En aquella Sevilla, los bares diferenciaban unos barrios de otros. Poseían características étnicas propias. Tabernas de gatos y serrín, de vasos de vino de valdepeñas o del Aljarafe y botellines de Cruzcampo, de cacahuetes y "chochitos", como aquí llamamos a los altramuces. Y mucha conversación, como la de aquellos compadres descritos por el gran Núñez de Herrera que seguían los días de la Semana Santa sin salir de la taberna: ahora San Benito estará entrando en la Campana..., y pedían otro vaso de tinto.

 


Las horas muertas -Gran Parada- pasaban sin pena ni gloria en la taberna semidesierta de las tardes de invierno. Sólo los gatos seguían indolentes las idas y venidas de los pocos clientes que trasegaban vino o cerveza para arañar unos minutos a la soledad y al frío. 

 


En días de fiesta, la taberna -como esta de Casa Mier- ampliaba la clientela, sobre todo masculina, si bien en algunas ocasiones, mujeres y niños se sumaban a la celebración.




martes, 21 de febrero de 2023

1968. Siesta en la Plaza de San Marcos.

 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Primera hora de la tarde. El limpiabotas espera, bien vestido, a sus clientes. El día transcurre lento y la modorra invita a echar una cabezadita.

 

Al final del día, el tabernero barre y recoge los trastos, dispuesto a cerrar el negocio. Se trata de la Taberna el Disloque, hoy desaparecida, que hacía esquina con la calle Bustos Tavera. Al fondo, carteles de las pasadas fiestas son testigos de tiempos mejores. Unos carteles que son sólo eso, carteles anunciadores, y no los "bodegoncitos abigarrados" que abundarán tanto décadas después.