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martes, 3 de diciembre de 2024

Espadañas de San Marcos. Mayo, 1973.

 

El fotógrafo aficionado se sube a un edificio de la calle Santa Paula y retrata algunas vistas de la collación de San Marcos. Aquí abajo vemos en primer plano la iglesia del Convento de Santa Isabel con su espadaña y, al fondo, la torre de San Marcos.






 

 





 

Y aquí tenemos la bella espadaña del Convento de Santa Paula.



















sábado, 30 de noviembre de 2024

Derribos. Verano de 1973.

 

A principios de los años setenta del siglo pasado abundaban los solares y los derribos en el centro histórico de Sevilla. Desconocemos por qué razón el fotógrafo aficionado los retrata. Quizás para darles una naturaleza artística, quizás para mostrar esa parte de la ciudad que nadie quiere ver. Tal vez, la metáfora visual de un régimen que se estaba cayendo o de una vida que se resquebrajaba. En cualquier caso, de lo que no cabe duda es de su calidad como objeto artístico.

 


 

 



 

 

 












martes, 22 de octubre de 2024

"Miguel y sepulturero en Baldogar". Abril, 1973.

 

Así reza la anotación del fotógrafo aficionado respecto a la fotografía de más abajo. Mientras la "mudá" del paso del Cristo de Burgos se alejaba hacia San Pedro, esa misma mañana del domingo 1 de abril, el fotógrafo regresa al bar Baldogar de la Plaza de San Marcos y fija esta escena de vida cotidiana en la Sevilla de la época. No se necesitan más comentarios. "Miguel y sepulturero en Baldogar".

 

 

¡Cómo echamos de menos esas máquinas de "flippers" -ahora les llaman pinballs- que poblaban muchos bares sevillanos de aquellos años y que a los niños nos encantaban!


sábado, 27 de julio de 2024

Tres visiones de San Marcos. Junio, 1972.

 


 Interior del patio del Convento de Santa Isabel


 

Torre de San Marcos desde la calle Vergara

 


Calle Santa Paula con el monasterio al fondo


jueves, 18 de julio de 2024

sábado, 13 de julio de 2024

Pico y pala. La Sevilla de los derribos y socavones. 1971.

 

A principios de los años 70, los barrios populares del centro de Sevilla seguían en proceso de reconstrucción, de lenta reconstrucción. Existían numerosos derribos, y otras casas que amenazaban ruina anunciaban nuevos derribos y solares poblados de jaramagos, charcos y animales diversos, insectos y ratas sobre todo. Un ecosistema propio y propicio para la caza con tirachinas y la recolección de bichos que ponían de los nervios a nuestras madres.

Para los niños de esos años, los solares y las casas abandonadas eran lugares atractivos para inventar cualquier aventura callejera, aún muy lejos -menos mal- de las pantallas y los móviles que nos atornillan hoy a las sillas sin apenas tregua. Éramos niños callejeros del centro de Sevilla, con juegos de calle a la que salíamos invariablemente después de hacer los "deberes", para jugar a piola, a la lima, al fútbol, a policías y ladrones, al cielo voy, a las canicas, al juego de estampitas de jugadores de fútbol, a la comba, al elástico, a cazar "zapateros" con caña y a un largo etcétera. Juegos que nos permitían la pedantería de "socializar" con niños de nuestra edad o incluso mayores, y también con niñas, claro está, además de hacer ejercicio físico, porque aquellos niños y niñas nos movíamos mucho más que los de ahora y no permanecíamos sentados más de lo necesario.

A su vez, facilitaban conocer la ciudad, sus calles y sus gentes: las de los barrios próximos e incluso de los más alejados: la siempre atractiva y peligrosa Alameda de la época, San Lorenzo, la Macarena, calle Feria, la Alfalfa, el Arenal, San Julián o el centro histórico aún propiedad de los sevillanos y no de los guiris.

Vaya esta fotografía como recuerdo de esa Sevilla de solares y socavones que se trasladaban de una calle a otra sin descanso y de aquella infancia que jugaba en las calles como si fueran suyas, sin necesidad de meterse en corralitos acolchados de colores. Y es que, en aquellos años, abundaban los chichones y las postillas permanentes en rodillas y codos. Y a pesar de todo, -por lo que se ve "milagrosamente", si lo comparamos con la infancia-cristal de hoy-, logramos sobrevivir sin darle mayor importancia.

 


martes, 25 de junio de 2024

Fríos y oscuros inviernos de tabernas. 1971.

 

En aquella Sevilla oscura y fría de los inviernos de principios de los años 70, las tabernas acogían un variopinto paisaje de personajes. El barrio de San Marcos aún trataba de abandonar la mala fama que la cruda posguerra trajo al eje que iba desde Santa Catalina a San Gil, pasando por el temido Pumarejo o San Julián. No era extraño que, a veces, el vino y la pobreza dieran como consecuencia peleas a navajazos en plena noche. También la droga empezaba a extender sus gélidas manos en aquel terreno abonado para la desesperación y el abandono. 

Así y todo, la mayoría de los vecinos de los barrios populares del centro de Sevilla trataban de salir adelante como buenamente podían, y las tabernas en la noche solo mostraban una parte de la realidad que solía ocultarse cada mañana. Estas fotos -tomadas por el fotógrafo itinerante en noviembre de 1971- tanto en Casa Tomás, taberna situada en la calle Vergara, como en Baldogar, bar de la Plaza de San Marcos que hacía esquina con la calle Castellar, documentan dos de los "templos" a los que acogerse a "sagrado" mientras arreciaba el temporal.

 

"Feligreses" de Casa Tomás posan para el fotógrafo




 










 

Pepe, de Casa Tomás, trasegando vino para sus parroquianos. Y uno de ellos colaborando con la limpieza de la acera. Al fondo puede entreverse el luminoso del Bar Baldogar, esquina con calle Castellar. Abajo, uno del grupo, y a su espalda la lista de precios y un azulejo que hoy sería "cancelado" inmediatamente por la autoridad: "Los enemigos del hombre son tres: suegra, cuñada y mujer".

 

 

Ahora cambiamos al paisanaje del Bar Baldogar en esa misma noche fría de noviembre. Como se muestra en la foto de abajo, aún existían en Sevilla los "vigilantes nocturnos", o "serenos". Nótese la diferencia de público entre una taberna y un bar que se encontraban a poco más de treinta pasos de distancia.







 
























jueves, 20 de junio de 2024

Don Pedro Braña en 1971.


El día 10 de octubre de 1971 se celebraba un concierto de la Banda Municipal de Sevilla, bajo la dirección del maestro D. Pedro Braña (1902-1995), en la Glorieta de los Lotos del Parque de María Luisa, a las once y media de la mañana, según anunciaba el periódico ABC. 

El programa del concierto fue el siguiente: 

Primera parte: "Quito Frasquito" (pasodoble) de P. Braña; "La pícara molinera" de P. Luna; "Raimond", obertura de Thomas.

Segunda parte: "Canción india" de Rimsky Korsakow; "Vals de las flores" de Tchaikowsky; "La verbena de la paloma" de Tomás Bretón (selección).

El fotógrafo se centra en la figura del director y compositor, muy querido en la ciudad.

 


Asturiano de nacimiento, pero sevillano de adopción, dirigió a la Banda Municipal de Sevilla desde 1944 hasta su jubilación en 1972. Aquí lo vemos, pues, un año antes de abandonar la Banda Municipal.

 

Además de director fue un excelente compositor. Los sevillanos aún escuchan y recuerdan muchas de sus maravillosas marchas procesionales, además de otras composiciones muy variadas.

 


 

 


 

 








Antoñito Procesiones era, cómo no, su mayor admirador. Ahí lo tenemos charlando con él en el descanso del concierto. 















Aquí lo vemos en un gesto muy propio del maestro. D. Pedro Braña estuvo muy implicado en la vida cultural sevillana de la época. Fundó la Asociación Coral de Sevilla, inició los conciertos monográficos de marchas de Semana Santa y recuperó el Miserere de Eslava en el Teatro Lope de Vega.

 


 











 

Compuso más de treinta marchas procesionales y entre las más conocidas están: Coronación de la Macarena, Cristo de la Misericordia, Angustias, Santísimo Cristo de la Expiración, Cristo de la Misericordia, Jesús de la Salud o Cofradías Sevillanas. También compuso bandas sonoras de películas como Rosario la cortijera, Rinconcito madrileño, El Milagro del Cristo de la Vega o El hombre que veía la muerte. En 1992, compuso una Obertura para la Exposición Universal de Sevilla.

 

 

Recientemente, se ha editado una biografía muy completa del maestro Braña, además de un disco homenaje editado por la Banda Sinfónica Municipal de Sevilla, con el maestro Francisco Javier Gutiérrez Juan, actual director, al frente de la misma.


domingo, 16 de junio de 2024

Retratos de 1971.

 

El fotógrafo aficionado realizaba múltiples retratos de los vecinos y conocidos. Bien para fotos de carnet, bien por el mero gusto de tener una foto propia. Aquí va una primera muestra correspondiente a este tórrido verano de 1971. Obsérvese que por aquella época no se estilaba la moda playera a pesar de las altas temperaturas.

 

Frente a la taberna Casa Tomás, en la calle Vergara del barrio de San Marcos, las tardes calurosas se pasaban mejor a la sombra y en compañía.

 


























 

Tomás Álamo y su hijo Pepe regentaban la taberna Casa Tomás, hoy desaparecida, en la calle Vergara.