El barrio de San Marcos estaba poblado de personajes. Para el fotógrafo aficionado uno de los más entrañables era Manolito el Pitoche. Era apocado, poco hablador y buena persona. Lamentamos desconocer su historia en un barrio tan cargado de biografías dramáticas. Si no nos falla la memoria trabajaba como artesano en un pequeño taller que había frente a la puerta de la Capilla Servita en la entonces calle Santa Paula. Confeccionaba lámparas de cristales coloreados y latón que, por entonces, se vendían mucho. Aún pueden verse algunas en las puertas de capillas e iglesias en los días grandes de la Semana Santa. Este retrato nos resulta especialmente conmovedor porque, ante el fotógrafo aficionado, Manolito el Pitoche parece mostrarnos su alma.