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domingo, 31 de marzo de 2024

Otro paseo turístico por Sevilla en 1970 (II).

 

En 1970, Sevilla estaba aún libre del turismo termita que actualmente padece. Tampoco la gentrificación había tomado carta de naturaleza. Gentrificación: feo palabro que oculta la expulsión de los sevillanos de su centro histórico y convertirlo en un parque temático a merced del dinero fácil que mueven las termitas. Sevilla, toda Sevilla, aún era de los sevillanos y su gran casco histórico seguía poblado por indígenas. Y era tan bello como siempre fue, a pesar de no estar tan maquillado y recompuesto como ahora con el fin de hacer negocios. Veamos algunas fotos de aquella época.

 

Fotógrafo con su caballito de cartón en los Jardines de Murillo esperando posibles clientes

 



 

 


 








 

Parque de María Luisa. Glorieta de Gustavo A. Bécquer.

 














 

En el Parque de María Luisa aún existía un pequeño zoológico

 




El caserío sevillano del casco histórico visto desde la Giralda
 





























Campanario de la Giralda y Catedral









 

 

Plaza del Triunfo. Monumento a la Inmaculada




 

jueves, 1 de febrero de 2024

1969. Vida familiar.

Vivíamos en un piso muy pequeño del barrio de San Marcos. Tan pequeño que yo dormía en una cama plegable que se abría en el salón cuando la carta de ajuste aparecía poniendo fin a la emisión diaria de TVE. 

 


 

 

 

Las mañanas del fin de semana o en vacaciones de navidad aprovechaba para hacer los deberes del cole en la cama, antes de que mi madre arreglara la casa, costumbre que mantuve incluso ya de mayor; lo de trabajar en la cama, se entiende. La máquina de coser Singer, que aparece a la derecha, estaba presente en muchos hogares de aquellos años.







 

Después, se trasladaba un poco la mesa y el salón volvía a hacer sus funciones de comedor y sala de estar. En aquellos años, los aparadores con espejos y las vajillas de duralex eran habituales en la casas de los barrios populares de Sevilla.

 

 

 

El aparato de televisión ocupaba un lugar central en la familia que podía adquirirla a base de firmar letras y letras que tardaban años en pagarse. Las muñecas, los velones y los ramos de flores de plástico decoraban salones, junto a los pocos muebles buenos que se habían heredado.

 


 

 

 

 

Cuando venían visitas, como no cabía ni un sofá, se tenían que sentar en sillas a la vera de la mesa camilla.







 

 

 

A pesar de las estrecheces, siempre había espacio para montar el portal de Belén y el árbol de Navidad. Eso sí, el único sitio disponible era el aparador de la casa.








 

 

Curiosa foto realizada en la calle.










Un autorretrato mi padre en el rinconcito del salón. La mesa camilla tiene calefacción a base de cisco picón. Al fondo la puerta de la cocina tras la que se observa aún la mampostería de los antiguos fogones de carbón o leña. Las casas, cuanto más pequeñas más espejos tenían. Así podían agrandar, aunque solo fuera visualmente, el poco espacio de que disponían.

miércoles, 31 de enero de 2024

Bodas, cumpleaños y reuniones familiares en el año 1969.

El fotógrafo aficionado era requerido frecuentemente en aquellos años para realizar reportajes de distintos eventos familiares: bodas, comuniones, bautizos o cumpleaños; lo que nos depara un panorama muy nostálgico de cómo se vivían estas fiestas a finales de los años 60 en los barrios populares sevillanos. A continuación va una muestra variada de dichas instantáneas.

 





























sábado, 4 de marzo de 2023

Reyes Magos y juguetes. 1970

 

En 1970, los Reyes Magos dejaban regalos a los niños del barrio de San Marcos, aunque no tan numerosos ni tan caros como los de ahora. No obstante, las ilusiones infantiles eran las mismas o, quizás, más, porque para muchas familias era un verdadero milagro realizar ese sacrificio económico, y los niños y niñas nos contentábamos con dos o tres sorpresas reales: escopetas, sombreros vaqueros, muñecas, cocinitas, juego de bolos de plástico, coches de hojalata, cajas de lápices de colores, cuentos o espadas del Zorro, poblaban los sueños de aquellos años.








Añorábamos también la bicicleta, el coche mecánico o el teledirigido, pero no siempre llegaban y había que aguantarse hasta el año próximo si nos portábamos igual de bien.








A veces, incluso llegaban sorpresas que no se habían pedido ni se esperaban. Y se nos quedaba la cara muda de sorpresa cuando nos avisaban de que en la casa de un tito, una cuñada o un vecino, los Reyes Magos nos habían dejado algún regalo.








Y lo mejor era cuando juntábamos juguetes distintos para crear uno mejor, como este Meccano de la época que servía de vehículo para que el Madelman explorador viviera aventuras infinitas encima de la mesa de formica, frente a una sempiterna televisión encendida que emitía la interminable novela de las tardes invernales de Colacao y picatostes.