martes, 28 de febrero de 2023

Un fotógrafo aficionado. 1970.

 

 

¿Cómo era posible montar un laboratorio de revelado de fotografías en un pequeño cuarto de baño? Pues era posible. La afición lo puede todo, a pesar de las dificultades para disponer las cubetas, la ampliadora, la luz roja, organizar los líquidos e instrumentos necesarios, además de contar con un sistema para oscurecerlo y no permitir la entrada en momentos claves del proceso, ya que podía arruinar el resultado. En muchas ocasiones, había que aguantarse las ganas porque la casa sólo disponía de ese pequeño cuarto de baño para toda la familia. La fotografía, desde luego, era un arte muy sacrificado por aquellos años.




Y no sólo para revelar las fotos, que para un niño era todo un misterio, sino para seleccionar bien qué fotografiar cuando cada carrete sólo disponía de 24 o 36 oportunidades para hacerlo y costaba un dinero que no siempre se tenía. No como ahora que se tiran centenares de fotos sin pensar. 

En este caso, seleccionamos algunas de una excursión familiar realizada a las ruinas de Itálica de Santiponce, muy dejadas de la mano de dios por aquellos años, pero que permitía un día de asueto campestre y, después, degustar unos huevos fritos con patatas y jamón en alguna de las humildes ventas que se encontraban a su alrededor.





No hay comentarios:

Publicar un comentario