Primera hora de la tarde. El limpiabotas espera, bien vestido, a sus clientes. El día transcurre lento y la modorra invita a echar una cabezadita.
Al final del día, el tabernero barre y recoge los trastos, dispuesto a cerrar el negocio. Se trata de la Taberna el Disloque, hoy desaparecida, que hacía esquina con la calle Bustos Tavera. Al fondo, carteles de las pasadas fiestas son testigos de tiempos mejores. Unos carteles que son sólo eso, carteles anunciadores, y no los "bodegoncitos abigarrados" que abundarán tanto décadas después.
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