Año 1968. Costaleros profesionales. Sin tanto glamour ni poses, como algunos de los de ahora, esos del costal de diseño y encasquetado por debajo de los ojos. No tenían ningún poder en las hermandades. Se limitaban a hacer bien su trabajo y cobrar la corría. Honestos, humildes y dignos como pocos.
Semana Santa de 1968. Semana Santa también de las tabernas de barrio, cuando a los "gastrobares" ni se les esperaba. Sin turistas ni forasteros, pero con parroquianos asiduos como este feligrés de la taberna El Disloque de San Marcos.
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