En aquella Sevilla oscura y fría de los inviernos de principios de los años 70, las tabernas acogían un variopinto paisaje de personajes. El barrio de San Marcos aún trataba de abandonar la mala fama que la cruda posguerra trajo al eje que iba desde Santa Catalina a San Gil, pasando por el temido Pumarejo o San Julián. No era extraño que, a veces, el vino y la pobreza dieran como consecuencia peleas a navajazos en plena noche. También la droga empezaba a extender sus gélidas manos en aquel terreno abonado para la desesperación y el abandono.
Así y todo, la mayoría de los vecinos de los barrios populares del centro de Sevilla trataban de salir adelante como buenamente podían, y las tabernas en la noche solo mostraban una parte de la realidad que solía ocultarse cada mañana. Estas fotos -tomadas por el fotógrafo itinerante en noviembre de 1971- tanto en Casa Tomás, taberna situada en la calle Vergara, como en Baldogar, bar de la Plaza de San Marcos que hacía esquina con la calle Castellar, documentan dos de los "templos" a los que acogerse a "sagrado" mientras arreciaba el temporal.
"Feligreses" de Casa Tomás posan para el fotógrafo
Pepe, de Casa Tomás, trasegando vino para sus parroquianos. Y uno de ellos colaborando con la limpieza de la acera. Al fondo puede entreverse el luminoso del Bar Baldogar, esquina con calle Castellar. Abajo, uno del grupo, y a su espalda la lista de precios y un azulejo que hoy sería "cancelado" inmediatamente por la autoridad: "Los enemigos del hombre son tres: suegra, cuñada y mujer".
Ahora cambiamos al paisanaje del Bar Baldogar en esa misma noche fría de noviembre. Como se muestra en la foto de abajo, aún existían en Sevilla los "vigilantes nocturnos", o "serenos". Nótese la diferencia de público entre una taberna y un bar que se encontraban a poco más de treinta pasos de distancia.