Para este mes de septiembre, hemos elegido una foto que Pío R. Lledó tomó también un mes de septiembre pero del año 1968: un limpiabotas, algo adormilado, espera a los clientes en la Plaza de San Marcos, sentado entre el bar "La Alegría de San Marcos" -esquina con la calle Socorro- y una pequeña tienda que vendía prensa y chucherías -ambos ya desaparecidos- y cuyas revistas colgaba en la pared del caserón central de la plaza. Un buzón de correos parece servirle de último apoyo en caso de despiste. Y sorprende su atuendo, tan trajeado, para oficio tan humilde, aunque sin duda lo dignifica.
En la Sevilla de 1968 aún existía este noble oficio hoy ya desaparecido: el de limpiabotas. Hombres que se dedicaban a limpiar y dar brillo a los zapatos de los demás, ya que el uso del Kanfort aún no estaba muy extendido entre las clases populares. Y aquí hacemos un breve paréntesis de humor negro -con el debido respeto- para glosar la dramática justicia poética que se cobraron los limpiabotas, sin saberlo, frente al inventor del artilugio que, a la postre, acabaría con su oficio. Resulta que la famosa barra de crema limpiadora de zapatos -con esponjita incorporada en su extremo-, que empezó a comercializarse en España a mediados de los años 60, la inventó un andaluz, de Écija por más señas, Manuel González Scot-Glendowyn, a la sazón coronel de Estado Mayor retirado, mecenas y coleccionista de arte, sobre todo africano. Pues bien, Manuel González -que no quería que lo llamaran de don- y su esposa fueron violentamente asesinados en Jávea, donde veraneaban, a manos de su asistente nigeriano, en septiembre de 2002, parece que debido a un arrebato de locura. Una tragedia. Por cierto, resulta curioso saber que el matrimonio vivió varios años en San Roque (Cádiz) a cuyo museo donaron varias piezas del insigne imaginero D. Luis Ortega Bru. Cerramos paréntesis.
El limpiabotas de nuestra foto sestea en la plaza de San Marcos sin saber que su oficio está condenado a desaparecer debido al invento de un compatriota. Por aquellos años, recuerdo que a los niños de la Sevilla popular nos hipnotizaban los limpia cuando ejercían su arte: su maestría en el uso de las cremas y el betún, el ágil movimiento de sus manos o el malabarista manejo de trapos y cepillos, a la vez que mantenían una animada conversación con el cliente. Unos virtuosos del brillo y de la información a pie de calle. Y, en domingos y fiestas de guardar, no escatimaban esfuerzos para dar lustre a zapatos de cualquier clase y condición a cambio de unas perrillas que llevar a la familia. Y por más humilde que fuera su trabajo este no estaba reñido con una apariencia digna y elegante.
En la actualidad, la plaza de San Marcos conserva las trazas de aquellos años 60, si bien, con notables diferencias. Más abajo reflejamos en fotos actuales, de 2025, el lugar exacto donde se sentaba nuestro limpiabotas.
En esta vemos cómo se conserva aún el buzón cilíndrico, si bien más separado de la pared y amarillo, donde se sentaba el limpia, acompañado de un nuevo hermano más oscuro.
Al fondo a la derecha, haciendo esquina con la calle Socorro, se encontraba el bar de la Alegría de San Marcos. Por lo demás, el viejo caserón central ha sido remozado y el pavimento ha sido ampliado y dotado tímidamente de arbolado.
En fin, volviendo a nuestra foto del mes, ¿cómo podemos comparar el arte de un limpiabotas de entonces con la aplicación aburrida de la crema con esponjita de ahora? Por favor, es lo que tiene el progreso, que nunca avisa de lo que perdemos por el camino.
Y para los que crean que este oficio no era digno para los tiempos que corren, sólo basta recordar la dignidad con la que se ejercía entonces... y también ahora. Porque la elegancia y dignidad del limpiabotas no fue sólo un producto sevillano. Para demostrarlo les dejamos con un vídeo de otro elegante limpiabotas allende el océano. Curiosa coincidencia con nuestro trajeado limpia de San Marcos.