En el barrio de San Marcos le decíamos "fliper" a lo que hoy muchos llaman "pinball". Esas maquinitas de los bares, con un botón a cada lado, en las que intentábamos que una bola de acero nos durara lo máximo posible en su caótico recorrido para conseguir una puntuación que nos permitiera jugar otra partida gratis. Para los niños que éramos entonces era un juego hipnótico. Algo así como ocurre con las pantallas de hoy aunque mucho menos alienante.
Los bares y tabernas eran su lugar habitual y a los mayores que nos acompañaban les pedíamos "un durito" (moneda de cinco pesetas) para jugar una o varias partidas y así quedarnos un buen rato sin darles la lata.
Parroquianos de la taberna Casa Luis en la calle Vergara del barrio de San Marcos
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