sábado, 24 de agosto de 2024

El laboratorio del fotógrafo aficionado en 1972.

 

En entradas anteriores ya mencionamos la importancia de disponer de un laboratorio de fotografía propio en estos años de principios de la década de los 70. El fotógrafo aficionado revelaba sus negativos y positivaba las copias en un espacio mínimo que estaba situado en el único cuarto de baño de la casa. Como podemos observar en la fotografía de más abajo, el orden era fundamental para aprovechar cada centímetro de espacio en el que disponer ampliadora, cubetas, líquidos y todos aquellos instrumentos que permitían al fotógrafo controlar todo el proceso de revelado y secado de las imágenes. 

Una forma de encarar la fotografía bien distinta a la actual: recordar la limitación que había entonces del número de tiradas, no como ahora que sacamos centenares de fotos sin tener en cuenta el gasto que suponía comprar carretes con 24 o 36 fotos, además del dominio del encuadre, del ajuste manual de enfoque y exposición, de conocer los tiempos adecuados para el revelado de negativos y copias, etc.

 




Obsérvese la ampliadora, las estanterías con líquidos diversos, tanques negros de revelado de negativos, luces rojas y blancas, probetas de medidas, cubetas, enchufes, rodillos..., y todo ello salpicado con fotos y estampas de diversas devociones.


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