domingo, 12 de marzo de 2023

Salida de los Dolores Servita. 1968

 

La Piedad Servita, obra excelsa del escultor José Montes de Oca (s. XVIII), era una humilde hermandad de vísperas antes de ser nombrada Cofradía de Penitencia en 1971 y realizar su primera estación a la Santa Iglesia Catedral en la Semana Santa de 1972. Por eso, en 1968 la encontramos saliendo por su barrio en los días previos a la Semana Santa de ese año.

 

Sus jóvenes cofrades presentan la Cruz de Guía en la puerta de la capilla, prestos a salir por el barrio de San Marcos.

 


 


 

 

 

 

 

 

El primitivo paso de Nuestra Señora de los Dolores y el Santísimo Cristo de la Providencia está a punto de salir a la calle.

El paso es prestado por la Hermandad del Carmen de Santa Catalina.
































 

 

El paso comienza a salir de la capilla.












 

La Piedad Servita ya está por las calles de su barrio acompañada de cofrades y vecinos.






 

 

La Piedad Servita pasa por la Iglesia de San Marcos.
















Salida de la Hiniesta. 1968

 

En 1968, los pasos de la Hermandad de la Hiniesta hacen su estación de penitencia al mando de la familia Ariza.



 

 

 

El Cristo de la Buena Muerte, aún dentro de la iglesia de San Julián, procesiona en su antiguo paso de caoba oscura.












La Virgen de la Hiniesta espera también en la iglesia a que la cofradía inicie su estación de penitencia.

 

 

 

 

Los costaleros se preparan la ropa y se ayudan unos a otros para ajustársela.


 

 

 









 

 

Primera levantá del paso. Listos para salir.







 

Un pequeño nazareno también está preparado para la salida.

 


 

 

 

Sale con dificultad, por la ojiva de San Julián, el paso de Cristo, a las órdenes de José Ariza.






La Virgen de la Hiniesta empieza a salir por la estrechez de la puerta.






 

 

 

       ¡Ya está en la calle el paso de palio!












                          Rafael Ariza lo manda.


La Virgen ya viene de vuelta. Otro año más, el sueño se ha cumplido.



miércoles, 8 de marzo de 2023

Semana Santa, 1969.

 

Por aquellos años la Semana Santa de Sevilla era bien distinta a la actual. No en lo que se refiere a imágenes o estética general, pero sí en cuanto a que era una fiesta menos multitudinaria, más provinciana se podría decir, donde no se vislumbraban ni por asomo los problemas de masificación e inadecuados comportamientos que aparecerían décadas después con la llegada de la democracia. Justo lo contrario de lo que muchos agoreros pensaron al final de la dictadura. Veamos algunas pinceladas de la correspondiente a 1969. 

 


 

 

La Cruz de Guía de la Hermandad del Museo regresa por la calle Alfonso XII prácticamente sin público.






 

 

 

El Cristo de la Expiración del Museo transita por el andén del Ayuntamiento bien entrada la madrugada. Una cita muy esperada en aquellos años por un público minoritario, selecto y entendido.









La Virgen de las Aguas del Museo a su salida de la Catedral. Ya entonces, el exorno floral de su paso sorprendía cada año a la Sevilla cofrade por su originalidad y rareza.





Este año 1969 fue el último que Nuestro Padre Jesús de la Pasión estuvo acompañado por el antiguo Cirineo, motejado en Sevilla como el "mirabalcones", obra atribuida a la gubia de Juan de Mesa -la cabeza y una mano-, si bien completado por los imagineros Fernández Andes y Ortega Bru. Al año siguiente ya procesionaría el nuevo Cirineo que esculpiera Sebastián Santos Rojas.





 

 

El Señor del Gran Poder camina hacia la Catedral desde su barrio de San Lorenzo.








La Virgen de las Aguas en su salida procesional y el Cristo de la Expiración saliendo de su capilla.

 

 

De monaguillo a nazareno

Poder vestir la túnica de nazareno señalaba, entonces, el final de la infancia y el inicio de una nueva etapa vital.

 


lunes, 6 de marzo de 2023

Tabernas de barrio.1968

 

En 1968 abundaban los bares y tabernas de barrio que acogían a fieles parroquianos durante todo el año y a nuevos clientes cuando llegaban fiestas como la Semana Santa. Nada que ver con los bares de diseño de ahora, ni con los gastrobares, ni con las franquicias que igualan unas ciudades con otras. En aquella Sevilla, los bares diferenciaban unos barrios de otros. Poseían características étnicas propias. Tabernas de gatos y serrín, de vasos de vino de valdepeñas o del Aljarafe y botellines de Cruzcampo, de cacahuetes y "chochitos", como aquí llamamos a los altramuces. Y mucha conversación, como la de aquellos compadres descritos por el gran Núñez de Herrera que seguían los días de la Semana Santa sin salir de la taberna: ahora San Benito estará entrando en la Campana..., y pedían otro vaso de tinto.

 


Las horas muertas -Gran Parada- pasaban sin pena ni gloria en la taberna semidesierta de las tardes de invierno. Sólo los gatos seguían indolentes las idas y venidas de los pocos clientes que trasegaban vino o cerveza para arañar unos minutos a la soledad y al frío. 

 


En días de fiesta, la taberna -como esta de Casa Mier- ampliaba la clientela, sobre todo masculina, si bien en algunas ocasiones, mujeres y niños se sumaban a la celebración.




sábado, 4 de marzo de 2023

Salida de la Soledad Servita. 1968

 

En septiembre de 1968, la Virgen de la Soledad de la Hermandad de los Servitas salía en andas para visitar el convento de Santa Isabel y el Monasterio de Santa Paula, acompañada por los vecinos del barrio, sus hermanos y sus jóvenes acólitos.

 


















Navidad en el cole. 1970

 

 

En diciembre de 1969, decorábamos nuestra clase del colegio La Salle-La Purísima, de la calle San Luis, para celebrar las fiestas navideñas.




 

 

 

 

 

 

 


 

 

 

 

 

 

 

 

 


 

 

 

Reyes Magos y juguetes. 1970

 

En 1970, los Reyes Magos dejaban regalos a los niños del barrio de San Marcos, aunque no tan numerosos ni tan caros como los de ahora. No obstante, las ilusiones infantiles eran las mismas o, quizás, más, porque para muchas familias era un verdadero milagro realizar ese sacrificio económico, y los niños y niñas nos contentábamos con dos o tres sorpresas reales: escopetas, sombreros vaqueros, muñecas, cocinitas, juego de bolos de plástico, coches de hojalata, cajas de lápices de colores, cuentos o espadas del Zorro, poblaban los sueños de aquellos años.








Añorábamos también la bicicleta, el coche mecánico o el teledirigido, pero no siempre llegaban y había que aguantarse hasta el año próximo si nos portábamos igual de bien.








A veces, incluso llegaban sorpresas que no se habían pedido ni se esperaban. Y se nos quedaba la cara muda de sorpresa cuando nos avisaban de que en la casa de un tito, una cuñada o un vecino, los Reyes Magos nos habían dejado algún regalo.








Y lo mejor era cuando juntábamos juguetes distintos para crear uno mejor, como este Meccano de la época que servía de vehículo para que el Madelman explorador viviera aventuras infinitas encima de la mesa de formica, frente a una sempiterna televisión encendida que emitía la interminable novela de las tardes invernales de Colacao y picatostes.