miércoles, 8 de marzo de 2023

Semana Santa, 1969.

 

Por aquellos años la Semana Santa de Sevilla era bien distinta a la actual. No en lo que se refiere a imágenes o estética general, pero sí en cuanto a que era una fiesta menos multitudinaria, más provinciana se podría decir, donde no se vislumbraban ni por asomo los problemas de masificación e inadecuados comportamientos que aparecerían décadas después con la llegada de la democracia. Justo lo contrario de lo que muchos agoreros pensaron al final de la dictadura. Veamos algunas pinceladas de la correspondiente a 1969. 

 


 

 

La Cruz de Guía de la Hermandad del Museo regresa por la calle Alfonso XII prácticamente sin público.






 

 

 

El Cristo de la Expiración del Museo transita por el andén del Ayuntamiento bien entrada la madrugada. Una cita muy esperada en aquellos años por un público minoritario, selecto y entendido.









La Virgen de las Aguas del Museo a su salida de la Catedral. Ya entonces, el exorno floral de su paso sorprendía cada año a la Sevilla cofrade por su originalidad y rareza.





Este año 1969 fue el último que Nuestro Padre Jesús de la Pasión estuvo acompañado por el antiguo Cirineo, motejado en Sevilla como el "mirabalcones", obra atribuida a la gubia de Juan de Mesa -la cabeza y una mano-, si bien completado por los imagineros Fernández Andes y Ortega Bru. Al año siguiente ya procesionaría el nuevo Cirineo que esculpiera Sebastián Santos Rojas.





 

 

El Señor del Gran Poder camina hacia la Catedral desde su barrio de San Lorenzo.








La Virgen de las Aguas en su salida procesional y el Cristo de la Expiración saliendo de su capilla.

 

 

De monaguillo a nazareno

Poder vestir la túnica de nazareno señalaba, entonces, el final de la infancia y el inicio de una nueva etapa vital.

 


lunes, 6 de marzo de 2023

Tabernas de barrio.1968

 

En 1968 abundaban los bares y tabernas de barrio que acogían a fieles parroquianos durante todo el año y a nuevos clientes cuando llegaban fiestas como la Semana Santa. Nada que ver con los bares de diseño de ahora, ni con los gastrobares, ni con las franquicias que igualan unas ciudades con otras. En aquella Sevilla, los bares diferenciaban unos barrios de otros. Poseían características étnicas propias. Tabernas de gatos y serrín, de vasos de vino de valdepeñas o del Aljarafe y botellines de Cruzcampo, de cacahuetes y "chochitos", como aquí llamamos a los altramuces. Y mucha conversación, como la de aquellos compadres descritos por el gran Núñez de Herrera que seguían los días de la Semana Santa sin salir de la taberna: ahora San Benito estará entrando en la Campana..., y pedían otro vaso de tinto.

 


Las horas muertas -Gran Parada- pasaban sin pena ni gloria en la taberna semidesierta de las tardes de invierno. Sólo los gatos seguían indolentes las idas y venidas de los pocos clientes que trasegaban vino o cerveza para arañar unos minutos a la soledad y al frío. 

 


En días de fiesta, la taberna -como esta de Casa Mier- ampliaba la clientela, sobre todo masculina, si bien en algunas ocasiones, mujeres y niños se sumaban a la celebración.




sábado, 4 de marzo de 2023

Salida de la Soledad Servita. 1968

 

En septiembre de 1968, la Virgen de la Soledad de la Hermandad de los Servitas salía en andas para visitar el convento de Santa Isabel y el Monasterio de Santa Paula, acompañada por los vecinos del barrio, sus hermanos y sus jóvenes acólitos.

 


















Navidad en el cole. 1970

 

 

En diciembre de 1969, decorábamos nuestra clase del colegio La Salle-La Purísima, de la calle San Luis, para celebrar las fiestas navideñas.




 

 

 

 

 

 

 


 

 

 

 

 

 

 

 

 


 

 

 

Reyes Magos y juguetes. 1970

 

En 1970, los Reyes Magos dejaban regalos a los niños del barrio de San Marcos, aunque no tan numerosos ni tan caros como los de ahora. No obstante, las ilusiones infantiles eran las mismas o, quizás, más, porque para muchas familias era un verdadero milagro realizar ese sacrificio económico, y los niños y niñas nos contentábamos con dos o tres sorpresas reales: escopetas, sombreros vaqueros, muñecas, cocinitas, juego de bolos de plástico, coches de hojalata, cajas de lápices de colores, cuentos o espadas del Zorro, poblaban los sueños de aquellos años.








Añorábamos también la bicicleta, el coche mecánico o el teledirigido, pero no siempre llegaban y había que aguantarse hasta el año próximo si nos portábamos igual de bien.








A veces, incluso llegaban sorpresas que no se habían pedido ni se esperaban. Y se nos quedaba la cara muda de sorpresa cuando nos avisaban de que en la casa de un tito, una cuñada o un vecino, los Reyes Magos nos habían dejado algún regalo.








Y lo mejor era cuando juntábamos juguetes distintos para crear uno mejor, como este Meccano de la época que servía de vehículo para que el Madelman explorador viviera aventuras infinitas encima de la mesa de formica, frente a una sempiterna televisión encendida que emitía la interminable novela de las tardes invernales de Colacao y picatostes.

 







martes, 28 de febrero de 2023

Un fotógrafo aficionado. 1970.

 

 

¿Cómo era posible montar un laboratorio de revelado de fotografías en un pequeño cuarto de baño? Pues era posible. La afición lo puede todo, a pesar de las dificultades para disponer las cubetas, la ampliadora, la luz roja, organizar los líquidos e instrumentos necesarios, además de contar con un sistema para oscurecerlo y no permitir la entrada en momentos claves del proceso, ya que podía arruinar el resultado. En muchas ocasiones, había que aguantarse las ganas porque la casa sólo disponía de ese pequeño cuarto de baño para toda la familia. La fotografía, desde luego, era un arte muy sacrificado por aquellos años.




Y no sólo para revelar las fotos, que para un niño era todo un misterio, sino para seleccionar bien qué fotografiar cuando cada carrete sólo disponía de 24 o 36 oportunidades para hacerlo y costaba un dinero que no siempre se tenía. No como ahora que se tiran centenares de fotos sin pensar. 

En este caso, seleccionamos algunas de una excursión familiar realizada a las ruinas de Itálica de Santiponce, muy dejadas de la mano de dios por aquellos años, pero que permitía un día de asueto campestre y, después, degustar unos huevos fritos con patatas y jamón en alguna de las humildes ventas que se encontraban a su alrededor.





Niños de San Marcos. 1968.

 

En las vísperas de la Semana Santa de 1968, el día que salía la Virgen de los Dolores Servita, los niños acudíamos ilusionados para acompañarla en su recorrido anual por el barrio de San Marcos. Por supuesto, en aquella Sevilla de finales de los 60, los niños que aún no habían cumplido once o doce años no vestían pantalones largos. Una costumbre que se perdería, definitivamente, décadas después.













 

 

Llevar un cirio entre amigos, jugar con la cera, formar parte de la comitiva procesional, era uno de los momentos más felices a los que un niño podía acceder en aquella Sevilla de calles mal iluminadas y tristonas que, a duras penas, se encaminaba a la modernidad.








viernes, 24 de febrero de 2023

Glorias de 1968.

 

En 1968 procesionaban muchas menos hermandades de Gloria que en la actualidad. No obstante, algunas sí que lo hacían, como la Divina Pastora de Capuchinos o la de María Auxiliadora de los Salesianos de la Trinidad.

 

 

La Divina Pastora procesionaba en un magnífico paso llevado por costaleros de los llamados profesionales.


María Auxiliadora, coronada canónicamente en 1954, lo hacía también en su maravilloso paso por las calles del barrio.

 

Don Pedro Braña y la Banda Municipal.

 

La Banda Municipal de Sevilla, al mando del recordado músico y compositor Don Pedro Braña acompaña la salida de la Virgen de los Dolores Servita en las vísperas de la Semana Santa de 1968.


 



La Piedad de los Servitas en su primitivo paso. 
Nada que ver con las maravillosas andas que luce en la actualidad.

jueves, 23 de febrero de 2023

El hogar familiar en 1969.

 

En 1969, la televisión se había afianzado como aparato estrella en muchas familias, si bien grandes capas de la población aún carecía de ella. Pasó, así, a ocupar un lugar central en la vida cotidiana y en las casas de los afortunados que podían adquirirlas. Aunque, curiosamente, algunos "expertos" predecían entonces que en España no iba a tener gran éxito. Enrique de las Casas, director que fue de la primera cadena de TV -sólo había dos, o más bien, una y media-, argumentaba en 1959 que "el pueblo español no parece ser un consumidor nato de TV. Ni el clima, ni el estilo de vida, ni las cualidades imaginativas de la gran masa española parecen hacer de ella un buen cliente para la TV". Sin palabras. 

Vean cómo se disponía, en el pequeño salón, el sitio privilegiado del artefacto, eso sí, convenientemente adornado. Ni que decir tiene que la tele se mantenía encendida ininterrumpidamente hasta que salía la "carta de ajuste" al final del día. ¡Qué tiempos!

 


Por otro lado, tampoco faltaban las "enciclopedias" y algunos libros de lectura en aquellas familias que, aunque humildes, ansiaban ofrecer una buena educación a los hijos, confiando en que tuvieran mejor formación y mayores oportunidades laborales que sus padres. La educación, aún era en aquellos años, un importante ascensor social para muchos jóvenes.

 


Los hogares del barrio de San Marcos de estos años solían disponer de habitaciones pequeñas donde se acumulaban muebles y objetos diversos, multiplicados por grandes espejos que ampliaban los pequeños salones. Como ven, nada que ver ni con el minimalismo ni con la austeridad. Los sevillanos y el horror vacui propio de la estética barroca.

 

 

Y era habitual que convivieran bajo el mismo techo tres generaciones: abuelas, madres y nietas.