En los barrios del centro de Sevilla, a principios de los años 70, existían dos tipos de "templos", los religiosos y los profanos. Iglesias y tabernas eran frecuentadas por sus respectivos parroquianos. Y no era raro que muchos compartieran ambos ambientes cuando era menester. Veamos.
En aquella Sevilla existían tabernas -de precios muy asequibles para la época- que solo necesitaban un pequeño local y un mobiliario escaso para congregar a un grupo de asiduos parroquianos en torno a los botellines de cerveza o los vasos de vino tinto, acompañados de cacahuetes o "chochitos" -altramuces- y poco más.
También empezaban a surgir bares mejor equipados, de barra larga metalizada, servicio de cafetería y un largo surtido de tapas.
El tipo de parroquianos solía variar entre bares y tabernas, pero abundaban los "personajes" tanto en unos como en otros.
Y si no, también la calle ofrecía un lugar para compartir unos vinos. Como este grupo al sol de la Plaza de Santa Isabel.
O aprovechando la noche en la calle Vergara.